El periodista y escritor especializado en turismo Fernando Gallardo creaba la expresión “con encanto” referida al turismo como un compendio de amabilidad, de cariño familiar, de arquitectura interesante, de decoración armoniosa y ambiente cálido.
Y todo eso, e incluso algo más, tienen los pueblos de la Campiña Sur de Extremadura.
El encanto, como tal, no se puede medir ni determinar, pues lo que para unos es atractivo, para otros puede no serlo tanto. Pero lo cierto es que, de un modo u otro, los visitantes que se acercan a nuestros pueblos suelen quedar encantados y no sólo por un único motivo.
El encanto de Azuaga quizá resida en su apariencia majestuosa, como una gran embarcación navegando por la Campiña con la Sierra al fondo si la contemplamos llegando desde Granja de Torrehermosa por la nacional 432. Pero también la calidez de sus gentes, el buen ambiente nocturno (sobre todo en las terrazas las calurosas noches de verano) o la hermosura de su arquitectura civil y religiosa, le confieren un especial embrujo.
Llerena posee también un encanto particular y una deliciosa experiencia de viaje. Disfrutar de un paseo por sus calles repletas de historia o tapear en la plaza Mayor un día soleado, son vivencias sencillas pero memorables, que dejan un poso en la memoria y un vínculo en el corazón.
Pero también los hermanos menores de la Campiña, los pueblos más pequeños, no son menos encantadores: Berlanga, Campillo de Llerena o Maguilla, por ejemplo, poseen cada uno de ellos suficientes encantos para enamorar a al viajero que busque la paz y la calma de la naturaleza y lo rural.
Pero la sorpresa también aguarda al trotamundos que decide hacer su periplo por nuestra tierra y le asalta desde alojamientos que tienen un sabor y un encanto singular, como por ejemplo el hotel – balneario de El Raposo de Usagre, que ofrece todo el confort del siglo XXI y una tradición medicinal milenaria.
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